El 18 de noviembre de 1978, en un asentamiento de la secta denominada el Templo del Pueblo, llamado Jonestown en honor a su líder Jim Jones, se produjo el mayor suicidio colectivo de la historia contemporánea del que se tenga noticia. Murieron envenenadas con cianuro 909 personas, entre ellas 278 niños, muchos de los cuales fueron conminados a beber por sus propios padres.
El 2 de junio de 1899, tras permanecer 337 días sitiados en la iglesia de San Luis de Tolosa, en la localidad filipina de Baler, se rindieron al ejercito filipino los 33 españoles supervivientes del Batallón de cazadores expedicionario nº 2. Se les conoce desde entonces como los héroes de Baler o los últimos de Filipinas.
El 25 de octubre de 1854, durante la batalla de Balaklava en la Guerra de Crimea, el general Lord Cardigan dirigió una carga de la caballería británica que ha pasado a la historia como ejemplo de heroica incompetencia militar. La carga de la Brigada ligera, formada por 673 efectivos pertenecientes al 4º y el 13º Regimiento de Dragones ligeros, el 17º Regimiento de Lanceros y el 8º y el 11º Regimiento de Húsares, se produjo contra las posiciones defensivas de artillería e infantería rusas, que no sufrieron daños apreciables mientras que los atacantes perdieron la mitad de sus efectivos y sólo gracias a la intervención de una unidad de caballería francesa, que les cubrió la retirada, el desastre no fue aún mayor.
Cada uno de estos tres acontecimientos descritos parece no tener nada que ver con los otros dos pero todos tienen un nexo común: los actores de todos ellos son ejemplos personificados del enunciado de un principio elemental de la sociología, el llamado teorema de Thomas.
En 1928 William I. Thomas formuló el siguiente enunciado, aparentemente trivial pero de muy profundas implicaciones:
Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias
Es lo que denominamos «la definición de la situación».
Los suicidas de la secta del Templo del Pueblo fueron convencidos por Jim Jones de que la acción que iban a realizar no era un suicidio sino un tránsito a una vida superior que se lograba por medio del acto revolucionario (en sus propias palabras) de tomar el cianuro.
Los héroes de Baler ocasionaron unas 700 bajas entre los miles de insurrectos tagalos que intentaron, sin éxito, asaltar la iglesia durante los más de 11 meses que duró el asedio. Al rendirse, fueron honrados por sus enemigos y el Presidente de Filipinas emitió un decreto el 30 de junio de 1899 en el que se mencionaba el valor y el heroísmo de aquellos españoles y pedía que fueran considerados «como amigos y no como prisioneros».
Ignoro si William Thomas llegó a conocer la historia de lo que ocurrió en Baler, pero para ilustrar su postulado él ponía el ejemplo de dos ejércitos luchando en una guerra civil, en posiciones remotas y sin comunicación, que no saben que la guerra ha terminado: para ellos la guerra continua y sus consecuencias son tan reales como las balas que siguen disparando cada uno de los dos bandos.
En agosto de 1898 España había capitulado en Filipinas y se decretó un alto el fuego. Posteriormente, en diciembre del mismo año, con el Tratado de París, se cedió la soberanía a Estados Unidos. Durante meses, hasta la fecha mencionada de la rendición el 2 de junio de 1899, se trató de convencer a aquellos hombres de que la guerra había terminado, pero pensaban que era una treta de los insurgentes para hacerles salir. Se llegaron a presentar emisarios españoles con periódicos de la época, pero pensaron que los periódicos estaban manipulados y que los emisarios eran traidores o estaban siendo forzados, hasta que una pequeña noticia secundaria en uno de aquellos periódicos convenció al responsable del destacamento de que los periódicos eran verdaderos y se rindieron: solo entonces la situación que ellos definían como real y la situación real para el resto del mundo coincidieron.
Cuando Lord Cardigan lanzó su carga de caballería de una manera absurda y suicida contra el grueso de las lineas enemigas creía que estaba interpretando correctamente las ordenes que recibió del comandante en jefe del ejército, Lord Raglan, que deseaba textualmente que “la caballería avance rápidamente hacia adelante, persiga al enemigo, e intente impedir que retire sus cañones”. Pero, las ordenes de Raglan en realidad se referían a otra posición cercana que acababa de ser atacada. A nadie se le podía pasar por la cabeza sacrificar inútilmente toda una brigada de caballería estrellándola contra un muro de artillería, infantería y caballería enemigas. Sin embargo, eso fue exactamente lo que ocurrió. Al interpretarse que las ordenes reales eran esas, se obtuvieron las consecuencias subsiguientes.
En la vida cotidiana las acciones que realizamos también están determinadas por nuestra realidad, que no es otra cosa que el conjunto de creencias que albergamos sobre las cosas, los hechos, las personas y sobre nosotros mismos. Hay que elegir bien qué realidad elegimos vivir y a qué creencias les damos espacio en nuestros pensamientos, más allá del debate filosófico sobre lo que es o no acorde a la realidad porque, como nos muestra el Principio de Thomas, las consecuencias para nosotros son siempre reales. El efecto placebo, el efecto Mateo, el efecto Pigmalion o la profecia autocumplida son sólo algunos de los muchos casos que son consecuencia real de nuestras creencias.
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