Nuestra naturaleza dual

Si bien es cierto que los animales no son humanos, es igualmente cierto que los humanos sí son animales. La resistencia ante esta innegable verdad produce el rechazo a priori de características compartidas entre humanos y animales, dando lugar a una ceguera voluntaria tanto hacia las características humanas de los animales como a las características animales de los humanos (párrafo extraido de Frans de Waal: Primates y Filósofos)

Es interesante reflexionar sobre la forma en que atribuimos relaciones entre elementos que, en realidad, no tienen nada de esa relación que les suponemos; por ejemplo, cuando un humano comete crímenes solemos decir que es un “animal”, mientras que vemos que tal o cual persona es muy “humana” cuando ejercita su bondad o ayuda a los demás. Y sin embargo, como decía Fritz Perls, el padre de la Terapia Gestalt, todos tenemos polaridades dentro de nosotros que, a menudo, nos producen ambivalencias éticas, y en este caso pareciera que nuestra cultura nos llevase a utilizar el mecanismo de proyección de nuestra parte más innoble, la que no queremos vernos, en los pobres animales.

El psicólogo y primatólogo holandés Frans de Waal ha estado muchos años estudiando a los primates y relacionando sus estudios con la dualidad de la naturaleza humana, que según él ha sido heredada de nuestros dos parientes más próximos: el chimpancé y el bonobo. Desde hace tiempo, los estudios de los primatólogos muestran las tendencias competitivas y violentas del chimpancé, llegando algunas veces hasta las luchas a muerte o el infanticidio. En cambio, el bonobo, conocido también por el sobrenombre del “primate hippie”, hace honor a este apodo y parece preferir hacer el amor y no la guerra. Los humanos estamos a la misma distancia de las dos especies en el árbol genealógico de los primates.

Entre los chimpancés dominan los machos, y las luchas y la competición son los comportamientos habituales. En cambio la organización social de los bonobos es de naturaleza fundamentalmente cooperativa y está dominada por las hembras, que establecen fuertes lazos entre ellas.

Además, los bonobos emplean el sexo, no sólo con fines reproductivos, o como exhibición de poder, como ocurre en otras especies de primates, sino sobre todo como estrategia de resolución de conflictos (parece que alrededor de un 75% de los contactos sexuales entre individuos, del mismo o de distinto sexo, no tienen nada que ver con el apareamiento reproductivo).

Todo lo comentado cuestiona profundamente la idea generalizada de que nuestro comportamiento pacífico y cooperativo, cuando aparece, es fruto de las acertadas limitaciones que la cultura que hemos creado impone a nuestra naturaleza, la cual es intrínsecamente competitiva, egoísta y sedienta de poder.

De Waal opina que nuestra naturaleza es dual porque hemos heredado de nuestros ancestros comunes con chimpancés y bonobos esos dos tipos de tendencias contrapuestas, que a lo largo de la historia de nuestra especie han resultado ser útiles para adaptarse al medio.

Y tú, ¿te inclinas a identificarte más con los chimpaces o con los bonobos?

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