Nuestras contradicciones emocionales

Generalmente conseguir lo que deseamos, ya sea algo material como un coche nuevo o inmaterial como la relación que añoramos con esa persona que nos gusta tanto, nos supone un coste. Para empezar, existe un coste subyacente que es el inherente a toda elección: si elijo algo no elijo otra cosa y, por tanto, pierdo los hipotéticos beneficios de cada una de las cosas que no elegí. Por eso es tan común seguir dándole vueltas a la cabeza después de haber realizado una elección importante.

Pero aparte del coste anterior, nuestras elecciones nos plantean a menudo otro problema que podríamos denominar como el “efecto paquete”: se produce cuando no podemos aislar sólo la parte atractiva de lo que deseamos, tenemos que coger el paquete completo.

Hay gente que desea y necesita una relación estable, pero odia sentirse atada. Otros desearían ser abogados, pero no quieren pasar años estudiando. Hay quien añora la seguridad de un trabajo estable en una oficina, pero no soporta la monotonía. En todos estos casos, las personas desean algo que no puede ser separado del resto de cosas que van en ese “paquete”, y muchas veces la infelicidad aparece porque, en su momento, pensaron que podrían reducir las partes indeseables a un nivel manejable o incluso hacerlas desaparecer con el tiempo y ocurre exactamente lo contrario: la persona que odiaba sentirse atada se siente poco menos que prisionera; la que quería ser abogada no puede soportar la idea de que, después de dos años de tormentoso estudio, aún le quedan otros tantos años de carrera y exámenes para conseguir ese objetivo, y quien consiguió el trabajo en la oficina está, cierto tiempo después, al borde de una depresión.

Las situaciones mencionadas se van complicando a medida que pasa el tiempo, puesto que la mente tiende a recordar y sobrevalorar lo que ya se ha “invertido”, lo que en economía se denominan costes hundidos, a lo que hay que añadir también la aversión a las pérdidas que está programada de serie en nuestra forma de razonar. Todo ello dificulta el cambio de conducta, creando un bucle nocivo y creciente de insatisfacción.

Para lograr el cambio que nos permita salir de ese círculo vicioso, se tiene que afrontar la situación de una manera nueva, rompiendo o al menos ampliando los antiguos marcos de referencia por otros que permitan moverse en alguna dirección que, aunque sea a largo plazo, resulte favorable. Y para ello es necesario poner a trabajar la imaginación.

CATEGORÍAS:

Etiquetas:

Sin comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *